Un reciente estudio global, liderado por la Universidad Estatal de Arizona y respaldado por datos satelitales de la NASA, alerta sobre una preocupante disminución del agua dulce en los continentes. El informe identifica cuatro zonas críticas del hemisferio norte que presentan un secado acelerado, proceso que los expertos denominan “megasequedad”.

La investigación, basada en observaciones de las misiones GRACE y GRACE-FO desde 2002, muestra que la pérdida de agua dulce se ha intensificado en los últimos años. La mayor parte de esta pérdida (un 68 por ciento) proviene de acuíferos subterráneos, considerados fuentes no renovables a escala humana. Esta disminución supera incluso el deshielo combinado de Groenlandia y la Antártida.

Zonas más afectadas

Las áreas que experimentan una reducción significativa de agua dulce son:

  • Suroeste de América del Norte y Centroamérica

  • Alaska y el norte de Canadá

  • Norte de Rusia y Siberia

  • Medio Oriente y Norte de África

Estas regiones muestran una pérdida sostenida de humedad en el suelo, capas de hielo y reservas subterráneas, con una expansión anual equivalente al doble del territorio del estado de California.

Cambio climático y punto de inflexión

El estudio identifica el período 2014-2015, coincidente con un fuerte fenómeno de El Niño, como un punto de inflexión. Desde entonces, se ha observado una inversión en la distribución global de humedad: las zonas secas comenzaron a concentrarse en el hemisferio norte, mientras que algunas regiones del sur mostraron una relativa estabilización.

Consecuencias globales

La expansión de estas zonas de megasequedad representa un riesgo directo para la seguridad hídrica, la producción de alimentos y la estabilidad política en diversas regiones del mundo. En particular, se advierte sobre la explotación acelerada de acuíferos en áreas áridas como el norte de África y Medio Oriente, donde el agua subterránea es el principal recurso hídrico disponible.

El informe también señala que muchas comunidades dependen de acuíferos fósiles, es decir, reservas de agua que no se recargan naturalmente a corto plazo. El uso intensivo de estas fuentes podría desencadenar crisis hídricas y desplazamientos poblacionales en los próximos años.

Llamado a la acción

El equipo científico detrás del estudio, en colaboración con la NASA, hace un llamado urgente a implementar políticas de gestión sostenible del agua, protección de acuíferos y planificación de emergencia frente a posibles escenarios de escasez prolongada.

“Este patrón de pérdida de agua dulce podría ser un presagio de lo que vendrá si no se toman medidas urgentes”, advirtió el grupo de investigadores en declaraciones al medio HuffPost España.

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